Afirmativamente sí, es la portada y/o cartel
Mosquitoman apareció sorpresivamente en mi viernes, como el
clásico tío que te asalta en la estación de trenes alegando que le falta justo
un euro para pagar su billete a Valencia, o Toledo en su excepción.
Y es que esta basura apareció sin más en la programación de
una cadena de televisión, de indudable calidad, Energy.
Temeroso encontré el nombre: Mutación (Mosquitoman),
haciendo zapping, y con una mezcla de sentimientos entre el miedo y la
desconfianza, el valor y la desesperación, me decidí a dejarla. La lluvia azotaba
las ventanas de mi chalet en la sierra, y le infería al film, que aún
comenzaba, un aura siniestra a la par que enigmática, que hizo que al instante
quedara atrapado, cautivado incluso, ante los pérfidos encantos fílmico-visuales
que esta perla me ofrecía, sin pedir absolutamente nada a cambio.
Tan cuantiosamente obnubilado quedé, que fui incapaz
siquiera de despegar mis tersas y sedosas nalgas del asiento para ir a
confeccionarme un cuenco de palomitas calientes, así que me tomé de hecho la
licencia de despertar el servicio, que hacía algunas horas se había acostado
(con lo que se aprecia las intempestivas horas de la emisión del film), para
que efectuara tal cometido.
Habiéndome preparado el tentempié, que no solo consistió en
dicho cuenco con el maíz preparado a mi gusto, sino también en una merluza a la
hoguera, caramelizada sobre un lecho de chocolate con churros, me sumergí, ya
de manera plenamente plácida, en la idílica fantasía de Mosquitoman.
Primero vino una escena, después, como es de suponer,
discurrió otra, y por último, y contra todo pronóstico, vino nuevamente otra
escena.
¡Oh! Me decía a mí mismo conforme la contemplaba, que superlativas
mentes han compuesto esta rapsodia de sensaciones audiovisuales, que casi
trascienden a lo sensitivo, debido a su excelsia calidad de interpretaciones,
guion, fotografía, planos, contraplanos y efectos visuales de fantasía.
Hubo acabado el filme, y el cúmulo de sensaciones fue tal en
mi interior, que no pude reprimir mis ansias, mis deseos y mis fuertes anhelos,
de onarme con intensidad, entrega, y devoción suprema, en señal de agradecimiento
a los productores, director, actores, y demás mequetrefes que intervinieron en
esta maravillosa película.
A todos ellos con mi efluvio viril en la mano, aún hediondo y
jugoso, les di las gracias, de la mejor manera que se me ocurrió, y ahora, de
manera más cortesana y sana, se las doy de nuevo: gracias a todos, muchas
gracias.
Fdo: Vincenzo Lametto
Veredicto: merecedor de expulsar efluvios por vía uretral
Perfecta combinación para degustar con el film
Trailer